2025

Repols
Fundación Chirivella Soriano, Valencia



Comisariado por Laura Silvestre García y Lorena Rodríguez Mattalía


Toda herramienta nacía de una necesidad: cortar, medir, unir, perforar, transformar. En su creación, la función era lo primordial, y el diseño respondía exclusivamente a este fin. La humanidad, desde siempre, ha creado instrumentos para sobrevivir, evolucionar y controlar el caos. Cada objeto surgía como respuesta a la incomodidad que encontraba su lugar en el vacío y la carencia. De esa forma, se transformaba la herramienta en una extensión del ser humano y en una manera de escapar de su propia fragilidad.

Fue creando para sí un refugio y lo llamó función. En este acto se enfrenta al temor de ser inútil, y por ende, obsoleto. La utilidad se transforma en una forma de reafirmar su existencia, de sentir que su presencia tiene un propósito. El objeto, entonces, no solo se utiliza para cumplir una tarea práctica, sino que atenta contra la angustia de la inactividad, del ser innecesario, del no ser capaz. Así, la función se convierte en un salvavidas que le permite sentir que su existencia tiene valor.

Por otro lado, tal vez la añoranza de la utilidad no sea general y puede ser que también, como tantas otras cosas, desaparezca. En su propio intento de justificar su relevancia, el objeto se auto-sabotea, relegándose a sí mismo. Si el objeto ya no es necesario; si ya no cumple con una función que justifique su existencia… Surge entonces una paradoja: seguirá existiendo, pero ahora encontrará su relevancia en otro lugar. Lo que antes servía para satisfacer una necesidad, se transforma en un objeto estético y lo que alguna vez fue funcional, pasa a ser una representación del tiempo y de la imperfección. Si antes era solo un medio para un fin, ahora es un fin en sí mismo.

Este cambio no implica la desaparición del objeto ni del propósito, sino la posibilidad de una resignificación: una que no depende de la utilidad, sino de la contemplación, la memoria y del paso del tiempo. Ahora, el material no solo habla de lo que hizo, sino de lo que es: una pieza que lleva consigo el registro de la acción y de lo que ocurre cuando se deja de necesitar y se comienza a observar. El desgaste y la rotura atraviesan la reflexión estética para trascender el defecto. Lo que nació para servir ahora se transforma en algo que, despojado de su función, adquiere un nuevo significado. Este cambio no es una pérdida, sino una transformación.

El proceso es una resistencia que explica cómo la pérdida de la función no equivale a la pérdida del valor. En lugar de ser descartado, es revalorizado en su desgaste e imperfecciones. Esta es la paradoja: lo que era funcional, lo que nació para servir, ahora se convierte en algo que ya no necesita ser útil para tener valor. Es un cambio en la perspectiva, un recordatorio de que la utilidad es solo una fase de muchas que habitan una existencia.

La estética de lo útil transforma lo que fue creado para funcionar, en algo que simplemente existe para ser contemplado. Una transición que enfrenta de cara el miedo a la inutilidad que subyace en la creación. Se revela la capacidad del ser humano para crear por la pura necesidad de dejar huella y de resistir. Al perder su propósito práctico, el objeto es liberado de la presión de la función y se convierte en un espacio para la reflexión y reinterpretación, que más allá del texto, elijo dejar abierta.

Texto por Agustina Bornhoffer