HAY AGUJEROS QUE PARECEN AFUERA
Javier Galán y Claudia Pastomas
“En toda composición, lo sólido narra las anomalías generadas por el vacío, o la infección del vacío por medio de lo sólido.”
— Reza Negarestani
El paradigma de la modernidad es el de la planificación. La materialización de todo aquello que durante siglos se llevaba contemplando de forma contingente. La elaborada complicación de un escenario, un detrás-de-las-escenas que concluyese con la construcción de un objeto, como la abolición de la historia, o la cristalización de la dialéctica en una serie de formas absolutas. Esta estrategia formal, la enunciación de un
a priori, es ajusticiada, con el fracaso de los múltiples proyectos modernos, por el acondicionamiento determinado de las predicciones contingentes a una realidad material, es decir, el estar siempre después.
Pese al agotamiento de lo contingente –en tanto que humano– de ese contexto social, hay una conexión. Una proximidad del tiempo, como orientación espacial, entre varios objetos. Como si la tensión que se produce en el secado de un material fuese una necesidad de otro material, más seco, esperando cristalizarse y corregir.
“Soy asmático y sigo fumando igual.”
— Omega el Fuerte
Si ya no somos capaces de seguir en el flujo moderno ni de reconocernos en sus códigos y símbolos, sí que podemos e incluso debemos fingir hacerlo, hasta ser capaces de concretar una estrategia que no sea de contención. Lo que nos corresponde, por no caer del todo en un gesto de resbalarse que es obvio, es seguir manteniendo el cuerpo resbalándose de forma constante, antes que intentar o terminar de caer o erguirnos.
La exposición reúne el trabajo de Javier Galán (1989, Badajoz) y Claudia Pastomas (1998, Valencia), cuyas prácticas artísticas coinciden en la materialización de formas pobres, tensiones estructurales, sólidos templados, a raíz de ensamblajes, reciclaje de objetos y materiales, y en general un gesto arqueológico con respecto al entorno donde viven y que encuentran como dado e infamiliar.
Si los ejercicios de escritura de la historia occidental, deseando el rigor de forma totalizante, se caracterizaron por la omisión del relato personal y de lo anecdótico (como todo aquello que no resultase condicionante para el objeto de estudio), plantear la práctica artística y el pensamiento como un ejercicio a contrapelo, precisamente desde lo anecdótico para rescatar un sentido periférico, se convierte en una herramienta clave: emplear el contexto histórico de un material contra sí mismo. Siempre hay un ripio para hacer pared.